Friday, January 4, 2013

Tratando la acondroplasia: conceptos y prejuicios relacionados con las potenciales terapias en desarrollo

Traducción: Maria Cristina Terceros

La primera terapia potencial para el tratamiento del comprometimiento del crecimiento oseo en la acondroplasia, el análogo del péptido natriurético tipo C (CNP) BMN-111, entró en la etapa de desenvolvimiento clínico.

Sorprendentemente, de manera contraria a lo que sucedió con otras condiciones genéticas, donde existe también deficiencia del crecimiento y terapias disponibles, hay un debate continuo dentro de las comunidades interesadas, relacionado con el concepto de tratamiento de la acondroplasia. Muchas preguntas son bastante relevantes, otras, a pesar de que muestran preocupaciones genuinas y valiosas, vienen involucradas en ideas equivocadas.

Una de esas equivocaciones es sobre lo que son estas nuevas y potenciales terapias que se encuentran bajo investigación para la acondroplasia. El objetivo aquí es de hablar sobre una idea común con relación a esas nuevas perspectivas: ¿podrán esas conocidas y posibles estrategias terapéuticas curar la acondroplasia?

Para buscar una respuesta a esta pregunta, necesitamos entender lo que es la acondroplasia.

La acondroplasia es el resultado de la presencia de una molécula equivocada en una secuencia de un gen

Cada una de las proteínas que son producidas por nuestras células es codificada (tiene almacenado un manual de instrucciones para su producción) en el ADN. El ADN es una larga cadena hecha a base de una combinación de cuatro moléculas denominadas nucleótidos: adenina, timina, citosina y guanina (A, T, C y G). Dentro del ADN, algunas combinaciones de nucleótidos en la cadena, irán a formar genes, mientras que otras darán origen a otras importantes moléculas reguladoras. Piense en el ADN como si se tratase de una caja fuerte, de un cofre de almacenamiento de informaciones muy importantes.

Usted debe recordar que las proteínas son también formadas por otro tipo de cadena, hecha de aminoácidos. Nosotros volvimos a ver este tema aquí. Usted también debe recordar que cuando una célula necesita producir una proteína para responder, digamos, a un estímulo externo, ella producirá una reacción química que hará con que el núcleo de la célula produzca esa proteína, a partir de la “apertura” del ADN, la caja fuerte donde está guardado el gen. El gen será “leído” y “transcrito” (transcripción) en una molécula de ARN y, en seguida, este ARN será “traducido” (traducción/traslación) hacia la proteína necesaria. En resumen, una determinada combinación de tres nucleótidos en un gen corresponde a un aminoácido específico en la proteína. Esas combinaciones son denominadas codones y usted puede encontrar una buena tabla mostrando todas las combinaciones de codones en este  artículo de la Wikipedia.

La función o funciones de una proteína específica serán determinadas por sus propiedades químicas, las cuales a su vez son consecuencias de las combinaciones de aminoácidos en su estructura. Cada aminoácido tiene diferentes propiedades eléctricas, por eso un aminoácido equivocado colocado dentro de la cadena de la proteína, en vez del correcto, puede alterar la conformación y/o la función de la proteína entera. Esto es exactamente lo que sucede en la acondroplasia.

Aprendimos que la mutación más común en la acondroplasia es muchas veces denominada G380R. Esto significa que, en la posición 380 de la cadena de la proteína receptor del factor de crecimiento del fibroblasto tipo 3 (FGFR3), un aminoácido llamado arginina fue colocado en vez de otro llamado glicina (intente ver la cadena como si se tratase de una secuencia de bloques de lego, cada bloque con colores o formatos diferentes). Al chequear, en el gen FGFR3, la posición del codón responsable por el aminoácido 380, vemos que, en ese codón, que debería ser GGA o GGG para codificar la glicina, el primer G en la posición 1138 fue sustituido por un A, resultando en uno de estos dos codones: AGA o AGG, ambos codificando arginina. Es por esto que la otra manera de mencionar la mutación del FGFR3 en la acondroplasia es G1138A. Aparte de eso, en casos más raros en la acondroplasia, cuando existe una C en lugar de la G (G1138C), también encontraremos arginina en vez de glicina (vea la tabla mencionada anteriormente), causando las mismas consecuencias clínicas.

Figura. FGFR3 en acondroplasia





En resumen, en la acondroplasia, hay un error químico en la estructura del gen FGFR3 (en el  ADN), que altera la producción de la proteína FGFR3, conduciendo a una alteración en su conformación, lo cual a su vez hace con que se muestre excesivamente activa. Como el FGFR3 es un controlador negativo del crecimiento del hueso, su excesiva actividad provoca el comprometimiento del crecimiento del hueso. Usted podrá aprender más sobre la genética de la acondroplasia leyendo este artículo del grupo del DR. William Willcox (Foldynova-Trantirkova S etal. 2012, en ingles).

¿Cómo funcionan las potenciales terapias conocidas?

Aunque sea posible sustituir o apagar un gen defectuoso en laboratorio, que yo sepa, no existe todavía ningún estudio publicado hasta este momento que haya verificado si esa estrategia funcionaría en un modelo animal vivo con acondroplasia. Todas las terapias actuales conocidas en diversas etapas de desenvolvimiento pre-clínico y clínico son dirigidas hacia la actividad de la proteína FGFR3 o para neutralizar sus efectos encendiendo otros controladores positivos del crecimiento oseo. Ellas no son proyectadas para alterar el código genético. Esto incluye todas las estrategias que estamos debatiendo en este blog, como la CNP, hormona de laparatiroidespéptidos, aptámeros y anticuerpos. Otras, tales como la MK-4, los siARNs (ARNs de interferencia) y, nuevamente, los  aptámeros, son dirigidos hacia la expresión del gen FGFR3, no alteran el código genético en sí. Los enlaces anteriormente mencionados lo conducirán a usted a artículos anteriores de éste mismo blog, donde podrá encontrar más informaciones sobre estas estrategias. Usted también podrá visitar la página de  Referencias del blog, donde podrá encontrar estudios científicos de acceso libre sobre esos abordajes.

Resumiendo, ninguna terapia en potencial que se encuentre actualmente disponible para la acondroplasia iría a cambiar el ADN de una persona afectada. Una persona con acondroplasia permanecerá con acondroplasia, ya que estos tratamientos no van a curar la condición, apenas abordarán sus consecuencias principales.

Para enfatizar, potenciales terapias actuales, como ser el BMN-111, no van a curar la acondroplasia. Sin embargo, podrán ayudar a mejorar muchas consecuencias clínicas generalmente vistas en individuos afectados y, posiblemente, darán como resultado un mejor crecimiento oseo y, consecuentemente, una estatura final más elevada en el adulto, lo que también es bastante bueno.

Finalmente, como esas nuevas y potenciales terapias no son dirigidas para alterar el código genético de cualquier persona, no debería haber cualquier tipo de preocupación al hecho de ellas formar parte de una estrategia para eliminar la diversidad genética humana, un pensamiento común que ha sido manifestado entre las personas que cuestionan estos tratamientos. Estos nuevos potenciales tratamientos deberán ser entendidos como cualesquiera otras terapias disponibles para condiciones crónicas que también afectan el crecimiento. Un excelente ejemplo es el hipopituitarismo genético (también causado por mutaciones de cambio simple en uno o en más genes), que puede causar deficiencia de la hormona de crecimiento (GH). Actualmente ya existe un tratamiento para la deficiencia de la GH y nadie en el mundo diría que un niño que tenga esa condición no debería ser tratado debido a la cuestión de la diversidad genética.

El verdadero desafío principal que está para llegar

Parece que terapias para acondroplasia podrán ser ampliamente disponibles en un futuro cercano (3-5 a 10 años, pensando en todas actualmente bajo investigación). Ahora, ésta es la hora perfecta, no para debatir con temas de si los niños afectados deberían o no ser tratados. Debido a la prevalencia relativamente baja de la acondroplasia y de la hipocondroplasia, se puede tener una estimativa de que cualquier terapia para estas condiciones será cara: basta mirar hacia otras condiciones genéticas o raras con prevalencia semejante. Por lo tanto, en los próximos años, el desafío principal de los padres y de los grupos de defensa será sobre cómo garantizar el acceso a esos tratamientos a todos los niños que podrían resultar beneficiados con su aplicación. Ya deberíamos estar preparándonos para la batalla.

N.A.: algunos de los enlaces en este artículo conducen al lector a páginas en inglés, ya que no fueron encontradas buenas fuentes de referencia para los respectivos temas en español.

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